LIBRO CUARTO
EL SACRAMENTO EUCARÍSTICO.
Capítulo 1
Discípulo:
1. Éstas son tus palabras, Cristo, Eterna Verdad, aunque no las dijiste en el mismo tiempo ni luego se escribieron en un solo lugar. Pero porque tuyas son, y verdaderas te las agradezco y a todas ellas las recibo con fe. Son tuyas porque tú las proclamaste pero también son mías porque las dijiste para mí. Con gusto las recibo de tus labios para introducirlas profundamente en mi corazón. Animan palabras tan piadosas llenas de bondad y amor. Pero me atemorizan mis propias maldades y mi conciencia manchada se resiste a recibir misterio tan grande.
2. Ordenas que llegue a ti confiadamente si quiero participar contigo y que reciba este alimento inmortal si deseo obtener vida y gloria eterna. Dices: "Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados porque yo los aliviaré". (Mt 11,28). ¡Con qué agradables y amistosas palabras para los oídos de un pecador, invitas tú, Señor Dios mío al necesitado y pobre a la comunión de tu Santísimo Cuerpo!. Pero ¿quién soy yo, Señor para que me atreva a acercarme a ti?. Todo el cielo no es suficiente para darte cabida y tú dices: ¡Vengan a mí!.
3. ¿Qué quiere decir esta bondadísima atención y esta invitación tan amigable?. ¿Cómo voy a atreverme yo a venir si no encuentro nada en mi conciencia de lo que pueda enorgullecerme?. ¿Cómo voy a invitarte a entrar en mi casa habiendo ofendido tu presencia tantas veces?. Te reverencian los ángeles y arcángeles, se atemorizan los santos y justos, y tú dices ¡Vengan a mí todos!. Si no fuera, Señor, porque tú lo dices ¿quién creería que es cierto?. Y si Tú no ayudaras ¿quién intentaría acercarse?.
4. Hasta el mismo Noé, persona justa, trabajó cien años fabricando el arca para poderse salvar con pocos y yo ¿cómo podré prepararme en una hora para recibir con el mayor respeto a quien fabricó el Universo?. Moisés, tu gran servidor y especial amigo tuyo hizo un arca con maderas finísimas y la recubrió con el oro más puro, para colocar dentro de ella las tablas de la ley. Y yo, ser despreciable ¿me atreveré tan fácilmente a recibirte a ti, hacedor de la ley y Dador de la vida?. Salomón, el sabio rey de Israel, demoró 7 años en edificar un templo en tu honor y durante 8 días festejó su consagración ofreció mil sacrificios en señal de paz contigo y colocó solemnemente el Arca de la Alianza en medio del clamor de las trompetas y del júbilo; Y yo, infeliz y pobrísimo ¿cómo voy a invitarte a entrar en mi casa si apenas aprendía pasar media hora con devoción?, ¡y ojalá que alguna vez emplease bien media hora!.
5. Dios mío, ¿qué cosa no hicieron ellos para agradarte?. ¡Qué poco es lo que yo hago!. ¡Qué mal empleo el corto tiempo que dedico a prepararme a recibirte!. Rara vez estoy de verdad recogido y rarísima vez me libero de toda distracción. Y claro está, en la saludable presencia de tu Divinidad no debería ocurrírseme ningún pensamiento indecente ni pensar en alguna otra cosa ya que voy a brindar hospitalidad, no a un ángel, sino al Señor de los Ángeles.
6. Por supuesto, hay gran distancia entre el Arca de la Alianza con su contenido y tu Purísimo Cuerpo con sus indescriptibles virtudes, entre esos sacrificios de la antigua ley que simbolizan los futuros, y la verdadera ofrenda de tu Cuerpo que da sentido a todos esos antiguos sacrificios.
7. ¿Por qué, pues, no me enciendo ante tu presencia?. ¿Por qué no me preparo con mayor solicitud a tu Santa Comunión cuando todos esos santos y profetas de antaño, reyes y gobernantes con el pueblo entero demostraron tan afectuosa disposición para el culto divino?.
8. El rey David bailó con todas sus fuerzas ante el Arca de la Alianza conmemorando los beneficios que en tiempo pasado habías otorgado a sus antecesores, Compuso diversas melodías, creó salmos y mandó que se cantasen con alegría; el mismo, inspirado por el Espíritu Santo, los acompañó frecuentemente con instrumentos, enseñó al Pueblo de Israel a festejar a Dios de corazón, a bendecirlo y manifestarlo con voces armoniosas. Si entonces era tan grande la disposición y el afán de festejar a Dios ante el Arca de la Antigua Alianza ¿Cómo deberá ser ahora para mí y todo el pueblo cristiano el respeto y devoción en presencia del Sacramento en el que se recibe el incomparable Cuerpo de Cristo?
9. Muchos emprenden peregrinaciones a diversos lugares para visitar los sitios donde se encuentran los restos de los santos, Y maravillados escuchan sus historias, admiran la arquitectura de los grandes santuarios inspeccionan y veneran los huesos de los santos envueltos en sedas y oro. ¡Y Tú Dios mío, Santísimo, Creador de la Humanidad y Señor de los Ángeles, te encuentras aquí mismo, en el altar, junto a mí!. Con frecuencia las personas realizan tales visitas por la novelería y por la curiosidad de apreciar cosas que nunca han visto. Y esto les sirve de poco para reformarse principalmente cuando lo hacen por motivos superficiales sin intención seria de reformarse. En cambio aquí, en el Sacramento del Altar estás todo presente, mi Dios y verdadero Hombre Cristo Jesús. Y en este lugar sí se cosechan frutos abundantes de salud eterna cada vez que se quiere recibirlos con dignidad y devoción. A esto, de verdad, no nos empuja alguna ligereza, curiosidad o sensiblería sino la sólida fe, la decidida confianza y el sincero amor.
10. Creador Invisible del Universo, Dios mío, ¡qué maravillosamente haces todo para nosotros!. ¡Con cuánta delicadeza y condescendencia te portas con tus elegidos ofreciéndote en el Sacramento para que te reciban!. Esto de verdad, supera toda capacidad intelectual y por lo mismo atrae especialmente las voluntades de las personas creyentes y enciende su afecto. Los que sinceramente son fieles a ti, y están dispuestos a reformar toda su vida, reciben de este excelente Sacramento la gracia de una excelente disposición de voluntad y amor a la virtud.
11. ¡Qué admirable y escondido poder del Sacramento que sólo conocen los fieles a Cristo y no pueden experimentar los incrédulos o los que te sirven mal!. En este Sacramento se otorga la gracia del Espíritu se restituye la virtud perdida y nuestro interior recobra la belleza deformada por el pecado. Esta gracia es tan abundante, algunas veces, que con los bienes que otorga no sólo la mente recibe provecho sino hasta el cuerpo débil siente aumentar su vitalidad.
12. Sin embargo, debemos arrepentirnos y apenarnos mucho por nuestra tibieza y negligencia porque no sentimos atracción mayor a recibir a Cristo en quien se sustenta toda la esperanza y mérito de los que se salvarán. El mismo es nuestra santificación y redención es descanso de los peregrinos y eterno gozo de los santos. También debe causarnos tristeza el hecho de que tantos presten tan poca atención a este misterio de la Salvación que alegra al Cielo y conserva todo el Universo. ¡Qué ceguera y dureza del corazón humano que muchos no atienden más a este inexplicable Obsequio y diariamente cometen el enorme error de descuidarlo!
13. Si el Misterio de este santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar y fuese consagrado por un solo ministro en el mundo ¿con qué deseo crees que todas las personas se dirigirían a ese lugar y a ese celebrante para poder participar de los divinos Misterios?. Ahora, en cambio, hay muchos ministros del Altar y en muchas partes se ofrece Cristo para que mejor se manifieste la bondad y el amor de Dios a las personas en la medida que se extiende por el mundo la Sagrada Comunión. Te agradezco, Jesús Bueno, Pastor Eterno porque a nosotros, pobres y desterrados, has querido nutrirnos con tu precioso Cuerpo y Sangre. E invitarnos también a recibir estos Santos Misterios diciendo con tus propias palabras: "Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados, porque yo los aliviaré" (Mt 11,28).
Capítulo 2
MANIFESTACIÓN DE LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS EN LA SANTA CENA.
Discípulo:
1. Confiado, Señor, en tu bondad y gran misericordia me acerco a Ti como accidentado a mi Salvador, hambriento y sediento a la Fuente de la Vida, necesitado al Rey Eterno, servidor a su Señor, criatura al Creador, desconsolado a mi piadoso Consolador. Pero ¿de dónde todo esto, que tú vengas a mí?. ¿Quién soy yo para que a mí te entregues?. ¿Cómo se atreverá un pecador a presentarse ante ti?. Tú conoces a tu servidor y sabes que no hay en él nada bueno para que tanto le des. Reconozco, pues, mi malicia, bien sé de tu bondad alabo tu piedad y agradezco tu excesiva caridad. Por ti mismo haces todo esto, no porque yo lo merezca sino para que más se manifieste tu bondad conmigo. De esta manera te agrada y así has dispuesto que suceda por lo que a mí también me satisface tu decisión y ojalá mi maldad no se oponga a ella.
2. Incomparable y bondadosísimo Jesús ¡qué gran respeto y agradecimiento se te debe, junto con continuas alabanzas, por la recepción de tu sagrado cuerpo cuyo valor no hay persona en el mundo que pueda explicar. Pero, ¿qué pensaré en esta comunión, mientras me acerco a mi Señor a quien soy incapaz de venerar debidamente y sin embargo deseo recibir con la mejor disposición?. ¿Qué será mejor y más saludable pensar sino someterme totalmente yo mismo en tu presencia y reconocer sobre mí tu infinita bondad?. Te alabo Señor y te reconozco Altísimo eternamente, me desprecio a mí mismo y me someto a ti desde lo más profundo de mi vileza.
3. Tú eres el Santo de los santos y yo sórdido pecador. Tú te inclinas a mí que ni siquiera soy digno de mirarte. Tú vienes a mí, Tú quieres estar conmigo, Tú me invitas a tu fiesta, Tú deseas darme el alimento del cielo y el Pan de los ángeles como comida, nada distinto a ti mismo Pan vivo que bajaste del cielo para la vida del mundo (Jn 6,33).
4. ¿De dónde procede tanto amor?, ¿de dónde, condescendencia tan grande?, ¡Cuánto agradecimiento y alabanzas por todo esto se te deben!. ¡Qué saludable y beneficiosa tu resolución cuando instituiste el Sacramento!. ¡Qué agradable y festivo convite donde Tú mismo te das como alimento!. ¡Qué acción tan admirable, Señor, qué energía de tu poder, qué infalible tu verdad!. Con sólo decirlo Tú se hicieron todas las cosas y aquí también se ha hecho según lo ordenaste.
5. Es realidad sorprendente y digna de fe sobrepasando los límites de la inteligencia humana que Tú, Señor Dios mío, verdadero Dios y Hombre estés íntegramente contenido en el aparente pan y vino y sin agotarte jamás, dejes que nos alimentemos de Ti. Tú, Señor del Universo que de nadie tienes necesidad por tus sacramentos has querido habitar entre nosotros; conserva inmaculado mi corazón y mi cuerpo para que con alegre y limpia conciencia pueda celebrar con frecuencia y recibir para mi perpetua salud estos misterios que en honor tuyo y continuo recuerdo principalmente ordenaste y estableciste.
6. Me alegro íntimamente y agradezco a Dios por regalo tan noble y singular beneficio recibido de ti en este valle de lágrimas. Porque cuantas veces rememoro este misterio y recibo el cuerpo de Cristo, renuevo la obra de Redención y me convierto en participante de todos los méritos de Cristo. El amor de Cristo jamás disminuye y la abundancia de su benevolencia nunca se extingue. Por eso debemos disponernos cada vez a renovar nuestra mente para esto y reflexionar con la consideración más atenta en el gran Misterio de Salvación. Debe parecerte tan grande, novedoso y alegre celebrar o participar de la Santa Cena como si este mismo día Cristo descendiera al interior de María para hacerse un ser humano o como si ante ti colgara de la cruz sufriendo y muriendo por nuestra salvación.
Capítulo 3
CONVIENE LA COMUNIÓN FRECUENTE.
Discípulo:
1. Vengo a Ti, Señor para que me haga bien tu Don sagrado y me alegre en tu banquete que preparaste a los pobres, según tu bondad, Dios mío. En ti está todo lo que puedo y debo desear; Tú eres mi salvación y mi rescate, mi confianza y fortaleza, mi homenaje y mi gloria. Alegra hoy mismo mi espíritu, Señor Jesús, porque hacia Ti levanto mi ánimo. Deseo ahora recibirte con devoción y respeto quiero que entres en mi casa a fin de que me bendigas como a Zaqueo el publicano, y pueda contarme entre los hijos de Abraham.
2. Mi espíritu anhela tu sagrado Cuerpo y mi corazón aspira a unirse Contigo. Entrégate a mí y será suficiente porque, sin Ti, ningún consuelo sirve. Sin Ti no puedo existir y sin tu presencia no tengo valor para vivir. Por esa razón es necesario que con frecuencia me acerque a Ti y te reciba como remedio saludable no sea que desfallezca en el camino si se me priva del alimento divino. Así fue que Tú, Jesús misericordiosísimo, cuando predicabas a la gente y curabas diversas enfermedades, dijiste en cierta ocasión: "No quisiera mandarlos en ayunas a sus casas no vayan a desmayarse por el camino" (Mt 15,32). Haz ahora conmigo de esta manera ya que te quedaste en el Sacramento para consuelo de tus seguidores. Tú eres el más agradable alimento de la vida y quien te come dignamente será participante y heredero de la eterna Felicidad. Es muy necesario para mí, que tan seguido caigo y peco, tan pronto me entibio y pierdo el ánimo renovarme, purificarme y estimularme con frecuentes oraciones y reconocimiento de mis faltas no vaya a ser que por no comulgar frecuentemente me desanime del santo propósito.
3. "El corazón del hombre se pervierte desde la juventud" (Gn 8,21) y si falta la ayuda de la medicina de Dios resbala uno pronto hacia lo peor. La comunión aparta del mal y reafirma en el bien; si ahora que comulgo o celebro tus misterios con tanta frecuencia soy negligente y desanimado ¿qué pasaría si no recibiera este tónico y no acudiera a tan gran ayuda?. Y aunque todos los días no me siento apto ni bien preparado para la celebración procuraré participar de los divinos misterios en las ocasiones convenientes para hacerme receptor de tantas gracias.
4. ¡Qué maravillosa es tu piadosa decisión con respecto a nosotros que Tú Señor Dios, Creador y Vivificador de todos los espíritus condesciendas en venir a estos pobrecitos y satisfacer nuestra hambre con toda tu Divinidad y Humanidad!. ¡Qué feliz y alegre alma que merece recibir a su Dios y Señor y en esta ocasión sentirse repleta de gozo espiritual!. ¡Qué Señor tan grande recibe!, ¡qué Amado consigue hospedar!, ¡qué Compañero tan alegre encuentra, ¡qué hermoso y noble Esposo abraza, escogido entre todos y amado sobre todo lo que se puede desear!. Enmudézcanse en tu presencia, mi amorosísimo Elegido, el cielo, la tierra y todo tu esplendor porque cuanto tienen de valor y belleza lo han recibido de tu generosa voluntad y jamás podrán aproximarse a la gloria de tu Nombre pleno de sabiduría inagotable.
Capítulo 4
BENEFICIOS PARA LOS QUE COMULGAN BIEN DISPUESTOS.
Discípulo:
1. Señor Dios mío, prevén a tu servidor con las bendiciones de tu bondad (Sal 21,4) para que merezca llegar conveniente y devotamente a tu espléndido Sacramento. Llama mi corazón hacia ti y libérame de este pesado entorpecimiento. Visítame con tu gracia saludable para que pueda saborear espiritualmente tu dulzura, que tan plenamente se encuentra en este Sacramento como en un manantial. Ilumina mis ojos para intuir tan grande Misterio y para creerlo sin ninguna duda, robustece mi fe. Esta es obra tuya, no poder humano. Tu sagrada Institución, no invención de personas. Nadie es capaz, por sí mismo de captar y entender algo tan especial que sobrepasa cualquier mente creada. ¿Cómo podría yo, transgresor indigno, tierra y ceniza, investigar y comprender secreto tan sagrado?
2. Señor, con sencillez en mi corazón, con humilde y firme fe, y con tu ayuda, me acerco a Ti, con confianza y respeto y creo verdaderamente, Dios y Hombre, que estás presente en el Sacramento. Quieres, por tanto, que te reciba y yo mismo me una contigo por amor. Por eso acudo a tu clemencia e imploro que me otorgues tu gracia de forma que me deshaga en Ti y me entregue en amor y no persiga ya nunca alguna otra satisfacción. Este es pues altísimo y dignísimo Sacramento, salud para el alma y para el cuerpo, medicina de toda enfermedad espiritual; en él está la curación de mis maldades, el freno de mis apasionamientos el vencimiento de las tentaciones o su disminución, el otorgamiento de mayor gracia el auge de la virtud que empieza, la afirmación de la fe, el robustecimiento de la confianza, la fogosidad y la dilatación del amor.
3. Muchos bienes has concedido en este Sacramento y todavía más concederás a tus predilectos que comulguen devotamente, Dios mío, Protector de mi vida, Reparador de las enfermedades humanas y Donante de toda interior consolación. Tú les otorgas grandes remedios contra las adversidades y desde lo más profundo de su debilidad los levantas a la esperanza de tu protección; con nuevas gracias los recreas e iluminas interiormente para que quienes antes de la comunión se sentían angustiados y desafectos después de saborear el alimento y bebida del Cielo se encuentren transformados a una vida mejor. Esto haces generosamente con tus elegidos para que verdaderamente reconozcan y experimenten patentemente lo enfermos que están y cuántas bondades y favores conseguirán de Ti pues siendo por sí mismos insensible, duros y descuidados merecen convertirse, gracias a Ti, entusiastas, empeñosos y bien dispuestos. ¿Quién se acerca con humildad a la Fuente de la Bondad que no reciba de ella un poco de esa misma bondad?; o ¿quién se para junto a este intenso Fuego que no reciba de allí un poco de calor?; y Tú siempre eres Fuente llena y sobreabundante Fuego que arde continuamente y nunca se apaga.
4. Por eso, si no me es posible extraer hasta saciarme de la plenitud de esta fuente por lo menos quisiera acercar mis labios a los bordes y recibir de allí alguna pequeña gota que alivie mi sed y evite que me seque completamente. Y si no puedo ser todo sobrenatural ni tan ardiente en tu amor como los ángeles me esforzaré por insistir en la devoción y preparar mi corazón para adquirir siquiera una llamita del Divino incendio conquistándola con la humilde recepción de este Sacramento vivificante. Todo lo que me falta, Buen Jesús, Salvador Santísimo súplelo Tú por mi, con benignidad y generosamente porque has condescendido en llamar a todos hacia Ti, cuando dijiste: "Vengan Mí todos los que estén cansados por el esfuerzo y agobiados, porque yo los aliviaré" (Mt 11,28).
5. Yo, pues, laboro con sudor en la cara, me atormento con el dolor de mi corazón, estoy cargado de pecados, combatido por las tentaciones, implicado y presionado por muchos malos deseos y no encuentro quién me ayude ni quién me libere y salve sino Tú Señor Dios, mi Salvador a quien me entrego, junto con todo lo mío para que me defiendas y conduzcas hasta la Vida Eterna. Recíbeme Señor, para alabanza y gloria de Tu Nombre ya que dispusiste tu Cuerpo y tu Sangre como comida y bebida. Otórgame, Señor Dios, Salvador mío que crezca el afecto de mi buena disposición con la frecuente recepción de tu Misterio.
Capítulo 5
VALORACIÓN DEL SACRAMENTO Y DE LA FUNCIÓN SACERDOTAL.
Discípulo:
Aunque tuvieses la pureza de los ángeles y la santidad de San Juan el Bautista no serías merecedor de recibir este Sacramento, ni relacionarte con él. No se debe a ningún merecimiento humano que le hombre consagre y manipule el Sacramento de Cristo y reciba como alimento el Pan de los ángeles. Gran misterio y gran dignidad del sacerdote a quien se ha dado lo que no se concede a los ángeles. Sólo el sacerdote que ha recibido válidamente la ordenación de la Iglesia tiene poder de celebrar y consagrar el Cuerpo de Cristo. El sacerdote, pues, es ministro de Dios y emplea la palabra de Dios por la ayuda y la decisión de Dios, pero allí Dios es el principal autor e invisible realizador a quien todo se somete según su voluntad todo se cumple de acuerdo con su mandato.
Capítulo 6
REFLEXIONES ANTES DE COMULGAR.
Discípulo:
1. Cuando me pongo a pensar, Señor; en tu dignidad y mi maldad me atemorizo mucho y me encuentro confundido. Si no me acerco, huyo de la vida y si ingreso indignamente incurro en ofensa. ¿Qué haré, Dios mío, mi auxiliador y consejero en las necesidades?. Enséñame tú el recto camino propónme alguna breve actividad congruente con la Sagrada Comunión. Es útil conocer de qué forma devota y respetuosa deba prepararse mi corazón a la saludable recepción de tu Sacramento o bien a celebrar tan grande y divino Sacrificio en lo referente a este excelentísimo Sacramento.
2. Por eso más debes creer en Dios Todopoderoso en lo referente a este excelentísimo Sacramento, que a tus propios sentidos o a las apariencias. Con temor y reverencia debe uno acercarse a esta Realidad. Atiende a Ti mismo, y ve qué ministerio te ha sido entregado por la imposición de las manos del Obispo. Has sido hecho sacerdote y consagrado para celebrar. Esfuérzate por ofrecer en el tiempo oportuno el sacrificio a Dios con fidelidad y devoción y compórtate tú mismo irreprensiblemente. No has hecho más ligera tu carga sino que quedaste atado más fuertemente al vínculo de la disciplina y más obligado estás a la perfección de la santidad. El sacerdote debe estar adornado de todas las cualidades y demostrar a los demás el ejemplo de su vida buena. Su trato no debe ser con los intereses limitados y vulgares de las personas sino con los ángeles en el cielo y los objetivos trascendentes de los seres humanos.
3. El sacerdote, revestido con los ornamentos sagrados hace las veces de Cristo y ruega a Dios por sí mismo y por todo el pueblo con insistencia y humildad. Tiene delante de él, y a su espalda la señal de la cruz del Señor para que recuerde siempre la pasión de Cristo. Lleva delante la señal de la Cruz en su casulla para que mire con cuidado los pasos de Cristo y procure seguirle con entusiasmo. Tiene marcada en la espalda la señal de la Cruz para que tolere por Dios, con clemencia, las adversidades que puedan ocasionarle los demás. Lleva la Cruz por delante para que llore por sus propios pecados; Lleva la Cruz por detrás, para que se apene, por compasión, de los cometidos por otros; sepa que ha sido colocado como mediador entre Dios y los pecadores no se canse de orar y ofrecer el santo Sacrificio hasta que merezca obtener el perdón y la misericordia. Cuando celebra el sacerdote, honra a Dios, alegra a los ángeles, edifica la Iglesia, ayuda a los vivientes, da descanso a los difuntos y se hace participante de todos los bienes.
Capítulo 7
EXAMEN DE CONCIENCIA Y PROPÓSITO DE CONVERSIÓN.
Jesucristo:
1. Sobre todas las cosas conviene que el sacerdote se acerque a Dios con la más grande humildad de corazón y con suplicante reverencia, con plena fe y sana intención de honrar a Dios, para que pueda celebrar, tener entre sus manos y alimentarse de este Sacramento. Examina cuidadosamente tu conciencia y según tus fuerzas, límpiala y clarifícala con verdadera contricción y humilde confesión de manera que no tengas o conozcas nada grave que te remuerda y que impida tu libre acceso. Ten disgusto por todos los pecados en general y apénate y llora más especialmente por tus fallas cotidianas. Y, si el tiempo lo permite confiesa a Dios, en el secreto de tu corazón, todas las miserias de tus pasiones.
2. Llora y apénate porque aún eres tan materialista y superficial, tan descontrolado en las pasiones, tan lleno de incentivaciones deshonestas, tan descuidado en los sentidos exteriores, tan implicado frecuentemente en fantasías inconsistentes, tan propeso en atender las exterioridades, tan descuidado en tu interior, tan fácil para el jolgorio y la distracción tan insensible para el arrepentimiento y la conversión, tan dispuesto para la relajación y las comodidades del cuerpo, tan flojo para la exigencia y el entusiasmo, tan curioso de escuchar novelerías y mirar cosas hermosas, tan dejado para abrazar lo sencillo y despreciado, tan deseoso de poseer mucho, tan parco para dar, tan tenaz en retener, tan inconsiderado en callar, tan descompuesto en las costumbres, tan inoportuno en actuar, tan aventado por la comida, tan sordo para escuchar la voz de Dios tan veloz para el recreo, tan lento para el trabajo, tan despierto para las habladurías, tan soñoliento en las sagradas vigilias. Tan impaciente por llegar al fin, tan distraído en la atención, tan negligente en la oración comunitaria, tan frío en la celebración, tan árido en la comunión, tan pronto distraído, tan rara vez recogido plenamente en ti mismo. Tan súbito conmovido por la ira, tan fácil para disgustar a los demás. Tan dispuesto a juzgar, tan rígido en acusar, tan alegre en la prosperidad, tan débil en la dificultad, tan lleno de buenos propósitos, tan limitado en llevarlos a cabo.
3. Después de confesar y deplorar estos y otros defectos tuyos, con color y desagrado por tu propia debilidad, propón con firmeza reformar tu vida y progresar cada día más. Entonces, con resolución e íntegra voluntad, ofrécete tú mismo con entrega total en homenaje a mi Nombre en el altar de tu corazón y encomiéndame a Mí toda tu persona con la mayor confianza, para que de ésta manera merezcas acercarte a ofrecer a Dios el sacrificio y recibir beneficiosamente el sacramento de mi Cuerpo.
4. No existe ofrecimiento más adecuado ni reparación mayor para borrar los pecados que entregarse uno mismo, simple e íntegramente en unión con el sacrificio del Cuerpo de Cristo ofreciéndose a Dios en la Santa Cena y la Comunión. Si la persona hace lo que está de su parte, y se arrepiente verdaderamente todas las veces que se acerque a Mí en demanda de perdón y gracia "Yo lo afirmo, dice el Señor, que no quiero la muerte del pecador sino más bien que se convierta y viva porque no recordaré más sus pecados" (Ez 33,11.16) y así será perdonado de todo.
Capítulo 8
OFRECIMIENTO DE CRISTO EN LA CRUZ Y NUESTRA ENTREGA A ÉL.
Jesucristo:
1. Tal como yo me ofrecí espontáneamente a Dios Padre por tus pecados con los brazos extendidos en la cruz y el cuerpo desnudo de manera que nada me quedó que no pasara a Dios en sacrificio total, así debes tú ofrecerte voluntariamente a Mí cada día en la Santa Cena en entrega pura y santa con todas las fuerzas y el afecto que más íntimamente puedas. ¿Qué más espero de ti que te esfuerces por dedicarte íntegramente a Mí?. Considero en nada lo que me des fuera de Tí porque no quiero tu don sino a tí mismo. Como no te bastarían todas las cosas sin Mí, igualemente no puede gustarme a Mí lo que me des si tú no te entregas. Ofrécete a Mí y date todo por Dios y entonces será aceptable tu oblación. Yo me entregué totalmente al Padre por ti di todo mi Cuerpo y mi Sangre como alimento para ser todo tuyo, y que tú permanezcas mío. Pero si tú estás pegado a ti mismo y no te ofreces espontánemanete a mi voluntad no es completa tu entrega ni será íntegra la unión entre nosotros. Por eso la oblación espontánea de Tí mismo en las manos de Dios debe ir delante de todas tu acciones si quieres conseguir libertad y gracia. Muy pocos llegan por eso a estar iluminados y liberados por dentro porque no saben renunciar del todo a sí mismos. Es auténtica mi frase: "Quien no renuncia a todo no puede ser mi discípulo" (Lc 16,32). Tú en cambio, si optas por ser mi discípulo ofrécete tú mismo a Mí con todo tu afecto.
Capítulo 9
NUESTRO OFRECIMIENTO TOTAL A DIOS.
Discípulo:
1. Señor, es tuyo todo lo que existe en el Universo. Deseo yo mismo ofrecerme a Ti en espontánea oblación y permanecer tuyo perpetuamente. Señor, en la sencillez de mi corazón, me ofrezco a Ti hoy día como servidor para siempre en obsequio y en sacrificio perpetuo de alabanza. Recíbeme con la santa oblación de tu Precioso Cuerpo, que hoy te ofrezco en la invisible presencia de los ángeles. Para que aproveche para mi salvación y la de todo tu pueblo.
2. Señor, te presento también sobre el altar de tu misericordia todos mis pecados y delitos que he cometido en tu presencia y en la que tus santos ángeles desde el primer día que pude pecar hasta ahora para que todo malo lo enciendas y consumas con el fuego de tu amor, y borres todas las manchas de mis pecados y purifiques mi conciencia de todo delito, me restituyas tu gracias que perdí pecando me perdones plenamente y me recibas misericordiosamente con un beso de paz.
3. ¿Qué puedo hacer por mis pecados sino reconocerlos y lamentarlos con humildad y suplicar ininterrumpidamente tu benevolencia?. Te lo suplico, escúchame con bondad ya que me encuentro frente a Ti, Dios mío. Todos mis pecados me desagradan al máximo no quiero jamás volver a cometerlos pero por lo que hice me apeno y me apenaré, mientras viva estoy dispuesto a hacer penitencia y a satisfacer según mis fuerzas. Olvida, Señor, olvida mis pecados por tu Santo Nombre salva mi vida que rescataste con tu Preciosa Sangre. Me encomiento a tu Misericordia me pongo en tus manos; haz conmigo conforme con tu Volunad, no según mi malicia e injusticia.
4. Te ofrezco también todo lo bueno que he hecho aunque sea poco e incompleto, para que Tú lo restaures y santifiques, lo recibas con agrado, lo hagas digno de Ti y siempre lo conviertas en mejor para que a mí, pobre e inútil persona, no dejes de conducirme al feliz y saludable Fin.
5. Te ofrezco igualmente todos los piadosos deseos de las personas religiosas, las necesidades de parientes, amigos, hermanos y hermanas que más aprecio y de todos los que a mí y a otros benefician por amor a Ti y por quienes desearon y pidieron que yo rezara u ofreciera la Eucaristía por ellos y por suyos sea que todavía estén vivos o ya hayan fallecido para que todos sientan el auxilio de tu gracia, la abundancia de tu consuelo, la protección en los pelgiros, la liberación de las penas futuras, y para que, finalmente, arrancados de todos los males puedan, felices, agradecerte como es debido.
6. Te ofrezco además oraciones y sacrificios especialmente por quienes de alguna forma me perjudicaron, entristecieron o insultaron me ocasionaron algún daño u ofensa; así mismo, por todos aquellos a los que alguna vez entristecí, desconcerté, agravié y escandalicé con palabras y actitudes, consciente o inconscientemente; para que a todos nosotros por igual perdones nuestros pecados y nuestras ofensas. Quita, Señor, de nuestros corazones toda suspicacia, indignación, ira y controversia y lo que pueda lesionar la caridad o disminuir el afecto fraterno. Compadécete, compadécete Señor otorga tu misericordia a quienes te la piden da tu gracia a los necesitados y haz que nosotros vivamos de manera que seamos dignos de gozar enteramente de tu gracia y de alcanzar la Vida eterna. Así sea.
Capítulo 10
NO DEBE ABANDONARSE FÁCILMENTE LA COMUNIÓN.
Jesucristo:
1. Frecuentemente debes recurrir a la fuente de la Gracia y la divina Misericordia a la fuente de Bondad y de toda Pureza para que puedas sanar de tus apasionamientos y vicios y merezcas llegar a ser más fuerte y vigilante contra todas las tentaciones y engaños del diablo. El enemigo, consciente del fruto y remedio máximo que se encuentra en la Sagrada Comunión se esfuerza cuanto puede, de toda forma y en cualquier ocasión, por apartar e impedir que los fieles y devotos se acerquen a ella.
2. Cuando alguien mejor se prepara a la Sagrada Comunión padece peores tentaciones del demonio. Este espíritu nefasto, como está escrito en el libro de Job: se mete entre los hijos de Dios (Job 1,6) para perturbarlos con su acostumbrada maldad o hacerlos excesivamente temerosos y perplejos, para de esta manera disminuir su afecto o arrancarles la fe combatiéndola en ellos, logrando así que abandonen totalmente la Comunión o lleguen a ella con desgano. Pero no debemos prestar atención a sus astucias y tentaciones así sean vergonzosas y horribles sin devolverle a él mismo todas sus solicitaciones. Debe despreciarse a este miserable, burlarse de él no vaya a ser que por sus insultos y la conmoción que produce termino uno omitiendo la Sagrada Comunión.
3. Con frecuencia también nos dificulta la exagerada solicitud por estar bien dispuesto y cierta ansiedad por confesarse perfectamente. Sigue los consejos de los santos, depón la ansiedad y el escrúpulo porque impiden la gracia de Dios y destruyen la interior devoción. No dejes la sagrada Comunión por alguna pequeña turbación o molestia sino acude pronto a reconciliarte y perdona de buena gana cualquier ofensa que hayas recibido. Si, en cambio, tú a alguien ofendiste pide perdón humildemente y Dios de buena gana te perdonará a ti.
4. ¿De qué aprovecha retardar más la confesión o diferir por más tiempo la Sagrada Comunión?. Purifícate en recibir el remedio y te sentirás mejor que si lo retardas más tiempo. Si hoy lo dejas por estas pequeñeces, mañana quizás suceda algo más grave y así por más tiempo estaás impedido de comulgar y te irás haciendo cada vez más inepto. Lo más pronto que puedas líbrate de la presente pesadez e inercia porque nada se gana con angustiarse y turbarse separándose de Dios por los obstáculos cotidianos. En cambio, hace mucho daño dilatar por más tiempo la Comunión porque esto nos puede llevar a un gran entorpecimiento. ¡Qué pena!. Algunos desanimados y deshonestos prefieren retrasar lo más posible su reconciliación y desean diferir igualmente la Comunión para no verse obligados a cambiar de vida.
5. ¡Qué poco amor tienen, y débil disposición, los que tan fácilmente posponen la Sagrada Comunión!. ¡Qué feliz se encontrará y será aceptable a Dios quien viva cuidando la pureza de su conciencia!, de manera que cada día esté preparado y animado a comulgar si esto le fuera posible sin llamar la atención. Si por causa de su humildad o por un legítimo impedimento alguno se abstiene de comulgar, debe ser reconocido por su respeto al sacramento. En cambio, si es inducido por la indolencia, debe animarse a sí mismo y hacer lo que esté de su parte y el Señor ayudará a su deseo por la buena disposición en la que Él se fija especialmente.
6. Pero cuando se encuentre legítimamente impedido, tenga siempre buena voluntad y piadosa intención de comulgar y así no carecerá del todo del fruto del sacramento. Cualquier persona bien dispuesta puede acceder todos los días y a cualquier hora, sin ninguna prohibición, a la saludable comunión espiritual de Cristo y por supuesto, algunos días, en el tiempo oportuno debe recibir sacramentalmente el Cuerpo de su Redentor con afectuoso respeto procurando más la alabanza y el honor de Dios que su propia satisfacción. Porque todas las veces que recuerda con devoción el misterio de la Encarnación o la Pasión de Cristo comulga místicamente y de manera invisible se nutre encendiéndose en su Amor. De otra manera, el que no se prepara sino cuando es inminente la celebración o la costumbre lo apremia, con frecuencia se hallará mal dispuesto.
7. Feliz quien se ofrece a Dios en entrega total cada vez que celebra o comula. No seas demasiado prolijo o apremiado en la celebración sino respeta las buenas maneras de las personas con quienes vives. No debes ocasionar a los demás molestia o tedio sino seguir el camino ordinario instituido por los maestros espirituales atendiendo más a la utilidad de los presentes que a la personal devoción y afecto.
Capítulo 11
NECESIDAD DEL CUERPO DE CRISTO Y DE LA SAGRADA ESCRITURA.
Discípulo:
1. Bondadosísimo Señor Jesús, qué dulzura tan grande siente la persona devota al participar contigo en tu convite donde no se le ofrece otro manjar que a Ti, único Amado suyo, deseable sobre todos los deseos de su corazón. Para mí sería lo más dulce derramar en tu presencia lágrimas de emoción, desde lo más íntimo de mi afecto, y junto con la piadosa Magdalena regar tus pies con esas lágrimas. Pero ¿dónde está esa devoción?, ¿dónde la abundante efusión de santas lágrimas?. Ciertamente, en tu presencia y la de tus santos mensajeros todo mi corazón debería arder y llorar de felicidad. Te encuentro verdaderamente presente en el Sacramento aunque oculto en una distinta apariencia.
2. Pero si viera en tu propia y divina Claridad, mis ojos no podrían resistirlo ni subsistir el mundo entero ante el resplandor de la gloria de tu Majestad. En esto, pues, condesciendes con mi debilidad escondiéndote en el sacramento. Te reconozco, realmente, y adoro interiormente por la Fe a quien los ángeles adoran en el cielo, pero ellos ven claramente y sin velos. Me conviene estar contento con la luz de la verdadera Fe y caminar en ella, "Hasta que llegue el día de la eterna claridad y desaparezcan las sombras" (Ct 2,17). "Cuando venga lo que es perfecto" (1Co 13,10) cesará el uso de los sacramentos porque los Santos en la gloria celestial, no necesian de medicinas sacramentales; gozan ellos sin término en la presencia de Dios expectando su gloria cara a cara, y transformados de iluminación en iluminación en la profundísima Divinidad saborean al Verbo de Dios que se hizo hombre, como fue al principio y permanece para siempre.
3. Acordándome de estas maravillosas experiencias cualquier satisfacción, aunque sea espiritual se me convierte en pesado tedio porque mientras no contemple claramente a mi Señor en su gloria considero como nada lo que en el mundo veo y escucho.
4. Tú, Dios mío, eres mi testigo que ninguna cosa me puede consolar, ninguna criatura aquietarme sino Tú, Dios mío, a quien deseo eternamente contemplar. Pero no es esto posible mientras permanezca en esta vida presente; por eso conviene que me disponga a tener gran paciencia y a someterme a Ti en todos mis desos. Porque también tus santos, Señor, que se alegran ahora contigo en el Reino de los Cielos, mientras vivían aquí esperaban la llegada de tu gloria con fe y mucha paciencia. Lo mismo que ellos creyeron creo yo lo que ellos esperaron, yo espero a donde ellos llegaron por tu gracia, confío llegar yo también. Caminaré, mientras tanto, con fe reconfortado por los ejemplos de los santos leeré también libros santos para mi satisfacción y modelo de vida y, sobre todo, tendré tu Santísimo Cuerpo como especial remedio y refugio.
5. Siento que me son necesarias dos cosas principalmente sin las cuales sería imposible para mí sobrellevar esta miserable vida. En ésta cárcel en que estoy detenido confieso carecer de dos cosas: alimento y luz. Y así, me diste a mí que soy tan débil tu Sagrado Cuerpo como alimento del alma y del cuerpo y pusiste tu Palabra para iluminar mis paso (Sal 119,105). Sin estas dos cosas no se puede vivir bien porque tu Palabra es la luz de mi alma y tu sacramento, el Pan de la Vida. Puede decirse que son dos mesas colocadas a uno y a otro lado del tesoro de la Santa Iglesia. Una mesa es el sagrado altar, que tiene el Pan santo, esto es, el Precioso Cuerpo de Cristo; La otra es la Ley Divina que contiene la Santa Doctrina enseña la recta fe y conduce con seguridad hasta lo más interior del velo donde está el Santo de los Santos. Gracias a Ti, Señor Jesús, Brillo de la Luz Eterna por la mesa de la Sagrada Enseñanza que hicieste que prepararan para nosotros tus servidores los Profetas, Apóstoles y doctores. Gracias a Ti, Creador y Redentor nuestro que para demostrarle tu amor a todo el mundo preparaste la gran Cena en la que diste a comer tu santísimo Cuerpo y Sangre y no un cordero simbólico alegrando a todos los fieles con tu Sagrado convite, con tu Cáliz desbordante de salud en el que se encuentran todas las delicias del Paraíso del que participan con nosotros los ángeles aunque ellos con más suave felicidad.
6. ¡Qué grande y honroso es el oficio de los sacerdotes a quienes se ha concedido consagrar con palabras sagradas al Señor Majestuoso alabarlo con sus labios, tenerlo entre sus manos recibirlo en su propia boca y entregarlo a los demás!. ¡Qué limpias deben ser sus manos, qué pura su boca, qué santo su cuerpo, qué inmaculado el corazón del sacerdote al cual ingresa tantas veces el Autor de la pureza!. De boca del sacerdote no debe salir ninguna palabra que no sea santa, honesta o útil ya que con tanta frecuencia recibe el sacramento de Cristo. Mirada franca y casta pues acostumbra contemplar el Cuerpo de Cristo. Manos puras y dirigidas al Cielo que acostumbran tocar al Creador de Cielo y Tierra. A los sacerdotes se les dice especialmente en la Escritura: "Sean santos porque yo, su Dios, soy santo" (Lv 19,3).
7. A quienes recibimos la ordenación sacerdotal que nos ayude tu gracia, Dios Todopoderoso, para que seamos capaces de servirte a Ti, digna y devotamente, con toda pureza y buena conciencia. Y si no podemos proceder con tanta pureza de vida como debemos concédenos lamentar justamente lo malo que hicimos y servirte en adelante con más entusiamso con espíritu humilde y decidida buena voluntad.
Capítulo 12
GRAN CUIDADO EN PREPARARSE A LA COMUNIÓN DE CRISTO.
Jesucristo:
1. Yo soy amante de la pureza y quien otorga toda santidad. Yo busco el corazón puro y ese es el lugar de mi descanso. Prepárame una sala grande, bien amoblada y celebraré la Pascua contigo y mis discípulos (ver Lc 22,12). Si deseas que venga a ti y permanezca contigo libérate del fermento antiguo y limpia la habitación de tu corazón. Excluye todo el mundo y el tumulto de tus vicios manténte como una ave solitaria en el tejado y piensa en tus despropósitos con amargura en el alma (Sal 102,8; Is 38,15). Todo verdadero amante prepara un lugar óptimo y hermosísimo a su escogido amado porque en esto se reconoce el afecto de quien recibe a su amado.
2. Acepta sin embargo, que no puedes alcanzar esta preparación en mérito a tus acciones aunque te prepares durante un año entero y nada más tengas en mente. Pero sólo por mi piedad y gracia se te permite llegar a mi mesa como si un rico invitara a un mendigo a comer y él no tuviera otra cosa para pagar a sus beneficios que reconocer lo que es y agradecerlo. Haz lo que esté de tu parte, y hazlo cuidadosamente, no por costumbre ni por imposición; sino con respeto, reverencia y afecto recibe el Cuerpo de tu querido Señor Dios que se digna venir a ti. Yo soy quien llamé, Yo dispuse que así fuera, Yo supliré lo que te falta: ven y recíbeme.
3. Cuando te concedo el afecto de la devoción, agradece a tu Dios no porque te lo mereces sino porque tengo misericordia de ti. Si no tienes devoción y sientes gran aridez insiste en orar, gime, toca la puerta, no desistas hasta que logres recibir una pizca o gota de Gracia salvadora. Tú me necesitas, Yo no tengo necesidad de ti; Tú no vienes a santificarme sino que Yo vengo a santificarte y mejorarte. Tú vienes para ser santificado por Mí, uniéndote Conmigo para recibir nueva gracia y que de nuevo te animes a enmendarte. No vayas a despreciar estas gracias, más bien prepara con toda diligencia tu corazón y recibe dentro de ti a tu Amado.
4. Conviene, sin embargo, que no solamente te prepares a la devoción antes de la Comunión sino que te conserves con cuidado en ella luego de recibir el sacramento. No se exige después menor cuidado que anteriormente la devota preparación. Porque el buen cuidado que después se tiene es óptima preparación para conseguir mayores gracias. Al contrario, se indispone para ellas el que se entrega con exceso a las complacencias exteriores tan pronto como ha recibido la Comunión. Evita hablar demasiado, permanece en secreto y goza íntimamente de tu Dios. Tienes contigo a quien todo el mundo no puede quitarte. A mí debes entregarte totalmente, de manera que de ahora en adelante ya no vivas en ti sino en Mí, libre de otros cuidados.
Capítulo 13
PROFUNDO INTERÉS POR UNIRSE A CRISTO EN EL SACRAMENTO.
Discípulo:
1. ¿Cómo lograré, Señor, encontrarte a Ti solo y abrirte a Ti mi corazón y gozar de Ti, como deseo íntimamente, para que ya nadie me desprecie ni nada creado me altere o atraiga sino que solamente Tú me hables, y yo a Ti como acostumbran conversar los amantes o se comunican los amigos entre sí?. Lo que yo pido, lo que deseo, es unirme contigo íntegramente, apartar mi corazón de todo lo creado y aprender a apreciar lo Eterno principalmente por la Sagrada Comunión y la frecuente celebración de tu Santa Cena. ¡Dios mío! ¿cuándo estaré todo unido a Ti, sumergido en Ti y olvidado totalmente de mi?. Tú en mí y yo en Ti: permite que así permanezcamos siempre unidos.
2. Verdaderamente, Tú eres mi Amado, escogido entre todos con quien me alegro de estar todos los días de mi vida. Verdaderamente, Tú eres Pacificador en quien reside la máxima paz y la auténtica tranquilidad; sin Ti, hay angustia, dolor e infinita miseria. Verdaderamente, Tú eres el Dios Escondido (Is 45,15) y no te juntas con los faltos de piedad sino que te comunicas con los humildes y sencillos. ¡Que bondadoso, Señor, es tu Espíritu que para demostrar tu dulzura con tus hijos quisiste alimentarlos con el Pan tan suave que desciende del cielo. Verdaderamente, no existe nación tan grande que tenga su Dios tan cerca de ella como Tú, Señor Dios, estás presente a todos tus fieles a quienes te engregas como alimento y gozo para diaria satisfacción y que dirijan su corazón al Cielo.
3. ¿Dónde existe un pueblo así como el pueblo cristiano?. O ¿qué persona del mundo tan querida como la persona de fe a la que viene el mismo Dios para que se nutra con su Cuerpo viviente?. ¡Gracia inexplicable!. ¡Condescendencia admirable!. ¡Amor inmenso exclusivamente reservado para los hijos de Dios!. Pero ¿cómo retribuiré al Señor por este favor, por este amor tan excelente?. No existe mejor manera de agradecerlo que entregarme de todo corazón a mi Dios y unirme íntimamente con Él. Cuando me haya unido perfectamente con Dios, entonces se alegrará todo mi ser. Entonces Él me dirá: si quieres estar conmigo Yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Dígnate, Señor, permanecer conmigo. Yo deseo con gusto estar contigo. Este es mi único anhelo; que mi corazón se una a Ti.
Capítulo 14
DESEO VEHEMENTE DE RECIBIR EL CUERPO DE CRISTO.
Discípulo:
1. ¡Qué abundancia de tu dulzura, Señor tienes escondida para los que te respetan! (Sal 31,20). Cuando recuerdo con qué enorme devoción y afecto se acercan algunos a tu Sacramento, de inmediato me desconcierto y avergüenzo ya que tan tibio y frío me llego a tu Altar y a la mesa de la Sagrada Comunión porque permanexco tan árido y sin afecto en el corazón, no estoy totalmente encendido junto a Ti ni me siento tan vehementemente atraído y comprometido como otras personas realmente piadosas que por su corazón, no podían contener su emoción sino que interior y exteriormente te anhelaban, a Ti Dios, Fuente Viva, incapaces de calmar o saciar su sed si no recibían tu Cuerpo con toda alegría y avidez espiritual.
2. La verdadera y ardiente fe de esas personas es prueba evidente de tu Sagrada Presencia en el sacramento. Ellas, efectivamente, reconocen a su Señor al partir el Pan (Lc 24,30-31) porque sienten arder su corazón cuando Jesús los acompaña por el camino. Con frecuencia está muy lejos de mí, semejante afecto y devoción tan ardiente amor y entusiasmo. Jesús bueno, amoroso y benigno, inclínate hacia mí y concede a tu pobre mendigo, al menos alguna vez, que sienta en la Sagrada Comunión un poquito del afecto cordial de tu Amor para que se recobre mi fe, crezca mi confianza en tu bondad y mi caridad, una vez perfectamente encendida y conocedora del alimento del cielo, jamás decaiga. Es poderosa tu misericordia para otorgarme la gracia tan deseada y visitarme con gran clemencia en espíritu de amor cuando tú quieras. Y aunque no ardo en tanto deseo como las personas más dispuestas sin embargo, con tu favor, quiero sentir esos mismos ardientes deseos rogando y aspirando convertirme en partícipe juntamente con quienes te quieren bien y ser contado como integrante de esa santa comunidad.
Capítulo 15
LA GRACIA DE LA DEVOCIÓN SE CONSIGUE CON HUMILDAD Y ABNEGACIÓN.
Jesucristo:
1. Te conviene buscar en todo momento la gracia de la devoción, pedirla con verdadero interés, esperarla paciente y confiadamente, recibirla con gratitud, conservarla con humildad, comportarte con ella cuidadosamente y dejar que Dios determine cuándo y cómo te visitará. Debes reconocer tus limitaciones cuando sientas poca o ninguna devoción interior, pero no deprimirte demasiado ni descomponerte por la tristeza. Con frecuencia, Dios otorga en un solo instante lo que no concedió durante largo tiempo. A veces, da al final de la oración lo que retuvo en un principio.
2. Si diera la gracia siempre de inmediato de acuerdo con el deseo no sería bien aprovechada por la debilidad de nuestra naturaleza. Por lo tanto, debe esperarse la gracia de la devoción en actitud de buena esperanza y humilde paciencia. Sin embargo, cuando la devoción no se te otorgue o la pierdas sin darte cuenta, puedes culpar de ello a tus pecados. Algunas veces es algo pequeño lo que impide y esconde la gracia si puede llamarse pequeño y no grandísimo lo que nos prohibe tanto bien. Si apartas esto mismo, pequeño o grande y perfectamente lo vences, sucederá como pediste.
3. Tan pronto como te entregues a Dios de todo corazón y no desees esto ni lo otro por tu propio gusto sino que íntegramente te pongas en sus manos, te hallarás unificado y tranquilizado porque nada te sabrá bien ni te dará placer como el cumplir la Voluntad de Dios. Cualquiera que dirija su intención hacia Dios con sencillez de corazón y se despoje de toda desordenada adhesión o falta de afecto hacia los seres creados será aptísimo para recibir la gracia y digno del regalo de la devoción. El Señor otorga su bendición donde encuentra un vaso vacío. Y cuanto más perfectamente alguien renuncia a lo inferior y más muere a sí mismo por una justa valoración más pronto llegará la gracia, más abundante entrará en él y más alto se elevará su corazón ya libre.
4. Entonces verá y se enriquecerá, se admirará y se dilatará su espíritu dentro de él (Is 60, 1) porque la protección del Señor está con él con quien se puso totalmente en sus manos para siempre. Así será bendecida la persona que busca a Dios de todo corazón, porque no ha recibido su vida en vano (Sal 23,4). Cuando recibe la sagrada Eucaristía merece la inmensa gracia de la unión con Dios porque no se fija en su propia devoción y consuelo sino que fuera de toda devoción y consuelo, mira la Gloria y el Homenaje a Dios.
Capítulo 16
DEBEMOS MANIFESTARLE NUESTRAS NECESIDADES Y PEDIRLE SU GRACIA A CRISTO.
Discípulo:
1. "Hermosísimo y queridísimo Señor a quien ahora deseo recibir con emoción. Tú conoces mi enfermedad y las necesidades que tengo en cuántos males y vicios estoy caído, con qué frecuencia me encuentro agobiado, tentado, perturbado y manchado. A Ti vengo por remedio, a Ti acudo por consuelo y alivio. Me dirijo a quien todo lo sabe para quien está a la vista toda mi intimidad y que es el único que me puede consolar y ayudar perfectamente. Tú sabes cuáles son los bienes que más necesito y lo grande que es mi pobreza de virtudes.
2. Aquí estoy, pobre y desnudo, ante Ti pidiendo tu gracia e implorando tu misericordia. Alimenta a tu hambriento mendigo, enciende mi frigidez con el fuego de tu amor ilumina mi ceguera con la claridad de tu presencia. Convierte todos los placeres deshonestos en amargura todo lo pesado o contrario en paciencia todas las cosas limitadas en desprecio y olvido. Levanta mi corazón hasta el cielo y no lo dejes vagar de aquí para allá. Desde ahora, solo Tú sé mi dulzura para siempre porque Tú solo eres mi alimento y bebida, mi amor y mi alegría.
3. Ojalá, por tu presencia, me enciendas totalmente, me inflames y me transformes en Ti para ser de un solo espíritu contigo por la gracia de la unión interior y por la abundancia de tu amor ardiente. No dejes que me aparte de Ti ayunando y sediento sino pórtate conmigo misericordiosamente como siempre actúas admirablemente con tus santos. ¿Qué tiene de extraño si por Ti me enciendo íntegro sin acordarme de mí mismo puesto que Tú eres fuego siempre ardiente y jamás apagado amor que purifica los corazones e iluminas la inteligencia?.
Capítulo 17
RECIBIR A CRISTO CON AMOR ARDIENTE Y VEHEMENTE AFECTO.
Discípulo:
1. Con la mayor devoción y ardiente amor, con todo afecto y fervor de corazón deseo recibirte, Señor, tal como desearon recibirte en la comunión muchos santos y personas devotas que te complacieron por su santidad de vida y tuvieron muy ardiente devoción. Dios mío, Amor eterno, todo mi Bien, Felicidad interminable, ansío recibirte con vehementísimo deseo y dignísimo respeto tal como jamás algún santo tuvo o pudo sentir.
2. Y aunque soy indigno de tener todos estos sentimientos de devoción, sin embargo te ofrezco todo el afecto de mi corazón como si solamente yo pudiera tener todos estos gratísimos deseos inflamados. Pero todo cuanto puede concebir y desear una mente piadosa, te lo presento y ofrezco con sumo respeto e íntimo fervor. Nada deseo reservar para mí sino inmolarte espontánea y gustosamente a mí mismo y todo lo mío. Señor Dios mío, Creador mío y Redentor mío, Con el mismo afecto, respeto, alabanza y honor; con la misma gratitud y amor; con la misma fe, esperanza y caridad deseo hoy recibirte como te recibió y deseó tu Santísima Madre, la gloriosa Virgen María, cuando le respondió humilde y devotamente al mensajero que le anunciaba el misterio de Encarnación: He aquí la esclava del Señor, suceda conmigo según tu palabra (Lc 1, 38).
3. Y como tu santo Precursor, excelentísimo santo, Juan el Bautista, saltó de júbilo en tu presencia en el gozo del Espíritu Santo, estando todavía dentro del seno materno y después de ver a Jesús caminando entre la multitud, humillándose mucho decía con devoto afecto: "El amigo del novio, que está ante él y le oye se alegra mucho al escuchar su voz" (Jn 3, 29), así yo quiero inflamarme con grandes y sagrados deseos y presentarme ante Ti de todo corazón. Por eso te ofrezco y dedico las alegrías íntimas de todas las personas devotas, sus ardientes afectos, sus ideas brillantes, sus inspiraciones sobrenaturales y visiones místicas con todas las virtudes y alabanzas que celebran todos los seres creados en el cielo y en la tierra, por mí y por todos los que se han encomendado a mis oraciones para que seas alabado dignamente por todos y seas glorificado perpetuamente.
4. Recibe mis promesas, Señor Dios mío, y los deseos de infinita alabanza e inmensa bendición que mereces justamente de acuerdo con la inmensidad de tu inexpresable grandeza. Esto ahora te ofrezco y ofreceré todos los días y en cada momento e invito y suplico a todos los espíritus del cielo juntamente con los fieles, con ruegos y afecto que se unan a mí para ofrecerte gratitud y alabanzas.
5. Todos los pueblos, las tribus y las razas te alaben y engrandezcan tu santo y dulce Nombre con la mayor alegría y ardiente devoción. Todos los que respetuosa y devotamente celebran tu altísimo Sacramento y lo reciben con plena fe, merezcan encontrar tu gracia y misericordia y rueguen por mí humildemente. Cuantos hayan podido disfrutar de la deseada devoción y unión, y se retiraron de la Sagrada Mesa llenos de consuelo y admirablemente reconfortados sírvanse acordarse de mí que soy pobre.
Capítulo 18
EVITAR LA EXCESIVA CURIOSIDAD Y ACEPTAR POR LA FE LA PRESENCIA DE CRISTO EN EL SACRAMENTO.
Jesucristo:
1. Debes tener cuidado con la curiosa e inútil investigación de este profundísimo Sacramento, si no quieres sumergirte en un abismo de dudas. Quien escruta a la Majestad quedará oprimido por su esplendor. Más puede la acción de Dios que la inteligencia del ser humano. Es aceptable la piadosa y humilde búsqueda de la verdad dispuesta siempre a dejarse enseñar y caminar de acuerdo con las sanas doctrinas de los Padres.
2. Feliz sencillez, que abandona los caminos de difíciles cuestionamientos y sigue las sendas llanas y seguras de los mandamientos de Dios. Muchos perdieron la devoción al querer escudriñar lo sublime. La fe te exige una vida sincera no un alto nivel de inteligencia ni la profundidad en los misterios de Dios. Si no entiendes ni captas lo que está por debajo de ti, ¿Cómo comprenderás lo que te supera?. Sométete a Dios y humilla tus sentidos a la fe y se te dará la luz de la ciencia en la medida que te sea útil o necesaria. Algunos son tentados seriamente contra la fe en el Sacramento pero no debe achacarse a ellos sino más bien al enemigo. No le presetes atención, ni te pongas a discutir con tus pensamientos ni respondas a las dudas sugeridas por el Diablo sino cree en las palabras de Dios, cree en sus santos y Profetas; entonces huirá de ti el enemigo. Con frecuencia es muy provechoso que los servicores de Dios soporten tales cosas. No tienta a los pecadores e infieles, porque ya los posee seguramente en cambio de diversas maneras tienta y ofende a los fieles y devotos.
4. Acércate pues, con sencillez e indubitable fe y llega con suplicante respeto al Sacramento, y si algo no puedes entender, confíate seguro a Dios que todo lo puede. Dios no falla, falla el que cree excesivamente en sí mismo. Dios camina en compañía de los sencillos se manifiesta a los humildes hace comprender a los niños, abre el sentido a los de mente pura y esconde su gracia a los curiosos y sobreestimados. La razón humana es limitada y puede equivocarse en cambio la verdadera fe no puede errar.
5. Todo razonamiento e investigación natural debe seguir a la fe no procederla o reprimirla. Porque la fe y el amor aquí prevalecen y actúan secretamente en este santísimo y superexcelentísimo Sacramento. Dios eterno e inmenso y de infinita potencia realiza obras grandes e inescrutables en el Cielo y en la Tierra y no hay forma de investigar las maravillas de sus obras. Si las obras de Dios pudieran ser comprendidas fácilmente por la razón humana no serían llamadas maravillosas ni indescriptibles.