La Imitación de Cristo:

Imitación de Cristo es el libro que alimentó sólidamente durante siglos la vida cristiana, con la insistencia de que el amor de Dios ha de orientar el amor a las criaturas en una constante revisión de nuestras actitudes a la luz de la vida de Jesús y de su mensaje. Su contenido ayudó a millares de cristianos de a pie a orientar y fortalecer su vida de fe.

La Imitación propone el camino; presenta una colección de consejos que leída y meditada criteriosamente, nos permitirá con libertad de espíritu, llegar a Dios, y desde allí amar y transformar el mundo, vivir en caridad fraterna y conocer sabiamente los misterios de la fe.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su...

Pilares fundamentales de la vida Cristiana.


La Misa

La Misa guarda una íntima relación con la última Cena, porque ésta fue la primera Misa celebrada por Cristo, las que siguen después son el cumplimiento de las palabras que entonces pronunció "Haced esto en memoria mía".

A la luz de la Revelación en la Escritura, y en el desarrollo de la Tradición, vemos y entendemos que el Señor tiene una intención clara en la última Cena, donde también queda instituido el sacramento del Orden (en virtud del requerimiento del mandato). Deja un mandamiento claro "haced esto en memoria mía", para que su presencia y su salvación lleguen a todos los hombres y en todas las épocas, para que podamos tener vida eterna, al comer su carne y beber su sangre.

El carácter de "memorial" que tiene la Misa, por definición, exige de los cristianos la actitud de introducirnos al misterio pascual tal y como es; no como recuerdo de algo que sucedió, sino asociándonos a una acción que sigue verificándose hoy. Por ello cuando celebramos la Sta. Misa, nos trasladamos, nos hacemos presentes en la Cena del Señor y estamos con María al pié de la Cruz. Estamos alimentándonos del Cuerpo y Sangre del Señor, estamos siendo salvados en virtud de su sacrificio. Estaremos participando de la unidad en comunión con el Señor y por ello podemos unir nuestros sacrificios y sufrimientos a los de Cristo. Sólo "por El ,con El y en El" tienen un profundo sentido y acceden a la dimensión redentora.

Asimismo, la Misa tiene un valor de impetración, es decir, nos consigue de Dios tales gracias que sólo el desconocimiento de lo que se puede alcanzar con la Misa explica el poco empeño que tantos católicos ponemos en no asistir a ella. En cuanto alabanza y acción de gracias tiene un valor infinito, pues tiene a Dios como referencia y ahí no hay límite para la acción de Cristo.

Puesto que en todo pecado hay culpa que merece una pena, la Misa, en lo que tiene de sacrificio que satisface por el pecado, afecta en su aplicación a la culpa y a la pena, a saber, expiando la culpa y satisfaciendo por la pena, pero no absolutamente, sino en la medida que lo permite la capacidad de recepción que existe. Su efecto depende de la disposición que tenga el fiel.

Cuando participamos de la Eucaristía experimentamos la espiritualización deificante del Espíritu Santo, que no sólo nos conforta con Cristo, sino que nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo.

Mientras que el Sacramento Eucarístico sólo aprovecha a quien lo recibe, pues un alimento (y la Eucaristía lo es para el alma) sólo aprovecha a quien lo toma, la Misa es un sacrificio, una víctima que se ofrece a Dios, y que puede ofrecerse por otros para beneficio de otros.

Por último, la Misa no es un acto puramente personal del sacerdote o de cada fiel, sino eminentemente comunitario, pues es la Iglesia quien lo ofrece, y la Iglesia es un Cuerpo en el que todos sus miembros son solidarios, el cristiano que se beneficia de la Santa Misa no se debe beneficiar sólo para él, sino también para otros.

ACI Prensa

La Adoración Eucarística


Siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente a nosotros, manifestándonos por este eficacísimo medio el amor que nos tiene.

En toda forma de culto a este Sacramento hay que tener en cuenta que su intención debe ser una mayor vivencia de la celebración eucarística. Las visitas al Santísimo, las exposiciones y bendiciones han de ser un momento para profundizar en la gracia de la comunión, revisar nuestro compromiso con la vida cristiana; la verificación de cada uno ante la Palabra del Evangelio, el asomarse al silencioso misterio del Dios callado... Esta dimensión individual del tranquilo silencio de la oración, estando ante él en el amor, debe impulsar a contrastar la verdad de la oración, en el encuentro de los hermanos, aprendiendo también a estar ante ellos en la comunicación fraternal.

La Exposición

La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento es un acto comunitario en el que debe estar presente la celebración de la Palabra de Dios y el silencio contemplativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo o invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión Sacramental.

La Adoración

Durante el tiempo de la exposición, se dirán oraciones, cantos y lecturas, de tal suerte que los fieles, recogidos en oración, se dediquen exclusivamente a Cristo Señor.

Para alimentar una profunda oración, se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura, con la homilía, o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios, cantando. Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos.

Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.

Oración:

Oh saludable Hostia
Que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo danos fuerza,
concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino
se atribuye eterna gloria:
y El, vida sin término
nos otorgue en la Patria.

Amén.

ACI Prensa 


El Santo Rosario

Siempre ha sido una, la exhortación que la Santísima Virgen María ha hecho al mundo a lo largo de todas Sus apariciones: ¡ORAR! Nunca ha pedido que busquemos nuevos métodos para ello, tampoco los ha sugerido. Más bien, nos ha invitado a renovar y fortalecer la oración tradicional de la Iglesia, de tal suerte que se convierta en una oración viva.

Rezar el Rosario no es otra cosa, más que encontrar un camino para estar con Jesús y María. Meditando los misterios de Sus vidas, estaremos con Ellos: ya sea que se trate del gozo de la Natividad; la solemnidad de la presentación en el templo; o bien, de la agonía y el sudor mezclado con sangre, derramado en el huerto; del dolor de las heridas infringidas por el flagelo, la corona de espinas, el peso de la cruz y la crucifixión. Si en estos misterios nos unimos a Jesús y María a través de la oración, habremos asegurado con Ellos el gozo de la victoria sobre el pecado y la muerte; habremos logrado con Ellos el triunfo del Espíritu Santo en nosotros y la victoria final en el Cielo.

Por tanto, rezar el Rosario no significa ocultarse en algún lejano rincón, viviendo apartados del mundo. Significa más bien, prepararnos para aceptar cargar la cruz: la nuestra y la de los demás, de la misma manera que Jesús y María cargaron la suya.

Al mismo tiempo, estar con Jesús y María significa, enfrentar problemas y dificultades y sin embargo, no amargarse por eso. Estar con Ellos significa, experimentar desprecios y humillaciones y sin embargo, nunca albergar el deseo de venganza. Estar con ellos significa, avanzar por el camino del hombre que cree en el Dios que nos salva y que todo lo renueva.

Toda oración puede rezarse de prisa, de tal suerte que aun cuando hayamos orado mucho, al final no habremos tenido un encuentro personal con Jesús y María. Si oramos así estaremos perdiendo el tiempo y no llegaremos jamás a gustar de la oración. Orar es como encontrarse con un amigo. Si nunca tenemos tiempo para él; si el tiempo que le dedicamos es demasiado corto; si le hablamos de mal modo, habremos condenado esta relación a morir.

Es importante entonces, dedicar tiempo suficiente al rezo del Rosario y a toda oración.

Todo sobre el Santo Rosario.
https://www.santorosario.net/espanol/rosario.htm

Historia del Santo Rosario.
https://www.es.catholic.net/op/articulos/12374/octubre-mes-del-rosario


La Confesión

Amor a la Iglesia

Amor al Prójimo

Verso del día

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