Capítulo 4: PRUDENCIA EN LAS ACCIONES

No hay que prestar fe a todo lo que oímos o a toda sugerencia. Al contrario: cada cosa debe ser examinada ante Dios con prudencia y magnanimidad de alma. Muy a menudo pensamos y hablamos mal del prójimo, en vez de pensar y hablar bien. Así es nuestra miseria. Pero los varones perfectos no creen a la ligera todo lo que se les dice porque conocen la debilidad humana, propensa a la maledicencia у aficionada a la murmuración. Gran sabiduria es no ser precipitado en el obrar, ni tercamente agarrado a las propias impresiones. Gran sabiduría es, además, no creer todo lo que cuenta la gente y en seguida, relatar a los demás cuanto hemos oído y creido. Prefiere hacerte guiar por un hombre mejor que tú y no caminar en pos de tu parecer. Antes de obrar toma consejo de persona prudente y de recta conciencia. La vida virtuosa hace al hombre sabio según el espíritu de Dios y experimentado en muchos asuntos. Cuanto más intimamente humilde y obediente a Dios sea uno, tanto más será prudente y medido en todos sus actos.